Atentado de Lesa Patria

 

Desde muy pequeños hemos podido identificar y del mismo modo, aprender a venerar nuestros emblemas patrios, es decir, a esa invicta enseña que ha recorrido todos los mares del mundo y a ese escudo que está presente en todos los rincones del territorio nacional como perennes símbolos de ese espíritu de chilenidad que brotó en esta tierra hace mas de dos siglos y que nos deberá acompañar con orgullo por muchas generaciones más.

 

 

Entrando en los anales de la historia, nos encontramos que el actual escudo nacional fue creado algunos años después de nuestra independencia y al igual como sucediera con la bandera, ya que antes tuvimos dos modalidades para estas divisas: una que reflejó la Patria Vieja y la otra, el período de transición que precedió a nuestra naciente República.  Pero, a diferencia de los diseños anteriores, en el último proyecto de nuestro escudo no se empleó las modalidades de la heráldica convencional, vale decir: leones, águilas, castillos y torres, entre otros y en cambio, se optó por incorporar como tema central lo propuesto por don Carlos Wood en esa época, o sea, esos mismo colores de la bandera, los que cortan el fondo figurativo central en dos campos (azul como superior y rojo como inferior), además de llevar la estrella blanca de cinco puntas en el centro. Sobre todo ello va un penacho tricolor y por soportes, dos altivas y hermosas especies de nuestra fauna silvestre: un huemul a la derecha y un cóndor a la izquierda, portando cada uno de ellos una corona naval sobre sus cabezas. Esta iniciativa se gestó justamente durante el gobierno de don Joaquín Prieto, quien envió al Congreso el respectivo proyecto de ley en el mes de Agosto de 1832 y el que después fuera aprobado el 24 de Junio de 1834. A posterior, en 1920 se le incorporó a este escudo en su parte inferior una cinta con el lema. “Por la razón o la fuerza”, con lo cual quedó definitiva e íntegramente reconocido como emblema nacional por Decreto Supremo del 18 de Octubre de 1967.

 

Así fueron pasando los siglos XIX y XX, más nunca ninguna autoridad o corriente de opinión se atrevió a proponer algún tipo de modificación a nuestros símbolos patrios, toda vez que estos mismos se pasearon por los campos de batalla en donde se necesitó defender los intereses de Chile a cualquier precio, y es más, demostrando que lo dicho por don Alonso de Ercilla y Zúñiga en la sexta estrofa del Canto 1 de su poema épica LA ARAUCANA no habría de perder su vigencia como cuando pudimos impedir que la lacra marxista se enseñoreara de nuestro país en 1973 y mas tarde, un eventual  conflicto bélico con nuestros vecinos de allende Los Andes.

 

Pero hoy la situación parece querer cambiar y existen opiniones de ciertos políticos que indican que se pretende introducir extrañas e injustificadas modificaciones a nuestro actual escudo, posiblemente cambiando o eliminando la cinta con su lema.  Entonces cabe reflexionar en el sentido de que si ello es otra maniobra del gramcismo para infiltrarse dentro de nuestra identidad nacional como una callada forma de atentar en contra de sus mas caros valores históricos y tradiciones patrias, tal como se intentara hacer durante este mismo período de gobierno al tratar de deformar la imagen de Prat y sus camaradas en una paupérrima obra de teatro que contó con el auspicio del propio Ministerio de Educación, a través de su organismo FONDART. Hecha esta reflexión, es válido aseverar que el tema en comento debe  preocuparnos a todos los chilenos, sin distinción de credos ni ideologías, porque si se llegara a producir este verdadero atentado de lesa patria, de inmediato podrían emerger otras interrogantes como:

 

 

Creo que debemos abogar con fuertes argumentos para que no se intente recurrir a otro deplorable manejo de manifiesto interés politiquero y que tampoco a nada positivo conduce, como sucediera hace dieciséis años cuando el primer gobierno de la Concertación dispuso eliminar de su interpretación oficial una estrofa de nuestro Himno Patrio, en circunstancias de que bien sabemos que la creó como un reconocimiento a aquellos jóvenes criollos que, tomando las armas por vez primera, se convirtieron en paladines de la victoria, pavimentando con su sangre la senda que nos condujo hacia la emancipación del yugo hispano y también para contribuir a la liberación de otros países como el Perú.

 

No podemos en consecuencia permitir que se mancillen o se alteren las tradiciones históricas de nuestro país a través de una simple determinación del Gobierno o del Parlamento y es más, de mantenerse tales ideas, se estima que ellas deben ser sometidas a un plebiscito nacional, previo identificar el real propósito que se pretende alcanzar.

 

 

J. Horacio Balmelli Urrutia

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Última modificación: 26 Enero 2006