Cosmovisión, Mitología y Lengua Mapuche

O el camino para ser

Kimche nge aymi

(ser hombre sabio)

 

 

“...No es posible “aprender” mapudungun, sino se “aprehende” la cosmovisión del pueblo que lo generó...”

 

Bajo esta simple lógica pretendo daros a entender de manera muy humilde y pequeña la inmensidad de la cosmovisión del pueblo de Lautaro y Caupolicán, el indomable arauco de Ercilla, los “hijos de la tierra”.

 

Si hay una palabra que hiere a los agentes globalizadores, es identidad. Y que mejor ejemplo de identidad de un pueblo que se creía brotado de las mismas entrañas de la Ñuke Mapu (Madre Tierra).

 

Así es, mapuche significa “hijo de la tierra”, y por mapuches eran tenidos todos aquellos nacidos en este tierra de Chile, bajo el mismo Sol. Huincache era la gente venida desde afuera, del exterior y que no era nacida en esta bondadosa tierra. Pero mapuches también eran aquellos hijos de blancos, descendientes de conquistadores españoles nacidos dentro de la patria araucana.

 

Es cierto que tenemos sangre europea por nuestras venas, pero, identificarnos solo con lo occidental no debe ser nuestro horizonte. Somos algo distinto, somos un pueblo nacido de dos grandes razas decía el Dr. Nicolás Palacios, las cuales confluyeron en una tierra hermosa y agraciada que produce los paisajes más hermosos, “...copia feliz del Edén” como dice nuestro himno patrio.

 

Desconocer nuestros orígenes, es desconocer lo que somos, lo que corre por nuestras venas, lo que sentimos al ver las montañas inmortales, lo que vivimos a diario, lo que dejamos en esta vida.

 

Y desconocer lo que somos, es desconocer también nuestro pasado y futuro. Para muestra de lo que somos, un botón:

Curicó: aguas turbias

Collipulli: tierra café

Manquehue: lugar de cóndores

Nahuelhuapi: isla de pumas

Quilicura: piedra inclinada

Apumanque: pareja de cóndores

Vitacura: Piedras grandes

Pichintún: poquito

Coyhaique: valle de coigües

Kuriche: gente negra

Cahuin: fiesta, alegría y alboroto

Pudahuel: lugar de brujos

Peñalolen: cerros hermanados o parecidos

Huelen: estar siempre nuevo, renovado, animoso

Mapocho: lugar de pantanos

Rangui: la mitad, en medio

Puyuhuapi: isla de los poyas

Pichiche: bebé, niño pequeño

Llalla: suegra

 

El saludo típico entre los hijos de esta tierra es:

-Mari mari peñi: hola hermano (solo entre hombres) y

-Mari mari laminen: hola hermano (a) (para saludarse exclusivamente entre mujeres y de hombre a mujer y viceversa)

 

Se saluda a toda la gente tratándolos como hermanos, ¿Por qué? Simple, porque todos somos hijos de una misma madre!

 

El mapudungun significa “el hablar de la Tierra” el lenguaje de la Ñuke Mapu, y el hablar de la tierra es claro y puro, no existen insolencias o garabatos, pues la tierra sabia y buena, no creó las malas palabras, ni los insultos para tratar mal a ninguna de sus hijos. El hablar de la tierra es hermoso y bello, y de lo posible debe ser cantado con las melodías más lindas creadas por sus hijos inspiradas en las originales como el trinar de las aves, el chocar de las olas, el salto de los ríos, el viento galopante en el aire.

 

Por eso es que el mapudungun no lleva acentos rígidos, cada hombre debe ponerle la entonación a lo que habla, pues es su sentimiento el que tratará de expresar. Determinados acentos en determinadas palabras pueden expresar tanto sentimiento de rabia, como de amor.

 

Cuando dos mapuches se encuentran existe toda una ceremonia, un protocolo que siguen naturalmente. Primero se le saluda (hola peñi o lamngen), segundo se le pregunta por su salud, porque como está su familia cercana, luego su familia lejana, después su gente, su comunidad  y hasta su estado de ánimo. Se trata de pasar la mayor cantidad de información, de manera tal de funcionar como una suerte de noticiario diario de las actividades y actualidad de cada comunidad y familia.

 

En el mapudungun existen siete vocales, y según la teoría gramática, mientras mayor número de vocales, más palabras puede tener un pueblo, y más desarrollada es su lengua, y si hablamos de un pueblo que lleva casi 20.000 años comprobado científicamente en Chile, no es menor.

 

Pero ¿Qué pensaban los mapuche respecto a su entorno?

 

Ellos creían que el mundo era como una naranja, de la cual solo la mitad lo podían apreciar quienes vivían en este mundo. Y cuando le enseñaban esto a los niños, lo hacían con el kultrún.

 

Ellos creían en el kultrún como un regalo de los dioses, en el cual se expresaba una representación material de la tierra. Tenía una parte visible y otra invisible, por eso la forma de media naranja del instrumento mágico-ceremonial.

 

Durante las noches, el Ngenpin (el dueño de las palabras) era el encargado de la oratoria, y de contar en canciones las historias antiguas. Eran verdaderos libros andantes, y contaban a los niños las historias de cuando los dioses crearon la tierra, y le dieron esta forma.

 

En la parte no visible del mundo, la Wenumapu, habitan la familia Wenu, los dioses, ellos son: Wenu Fücha (el anciano), Wenu Kushe (la anciana), Wenu Weche (el joven) y Wenu Ülcha (la jovencita). Aquí, en este mundo al igual que en el visible, existe dualidad, no hay Fücha sin Kushe, ni hombre sin mujer. Los ancianos son los encargados de entregar la sabiduría a los jóvenes, y los jóvenes de inyectar vitalidad a los ancianos.

 

Actúan como un todo único e indisoluble. Tal vez por eso el éxito de Chaw Ngüneche (Dios Padre) después de la incursión católica en nuestras tierras.

 

Pero entre los dos mundos, el de Nagmapu habitado por hombres y la Wenumapu, residencia de los dioses, estaba la Rangiñmapu, la tierra de los espíritus, que es una zona intermedia entre ambos. Aquí viven todos los muertos, en espera por el término de su aprendizaje.

 

Los símbolos que aparecen en el Kultrún significan la vida (las cruces girando o esvásticas) y se encuentran también representados el Sol y la Luna. Las Y eemplifican la pisada del pollo, cada pisada es un día y el año se divide entre los cuatro grandes días o pisadas del pollo (Solsticio de Invierno, Equinoccio de Primavera, Solsticio de Verano y Equinoccio de Otoño).

 

La educación mapuche estaba orientada hacia la inmortalidad. El principal objetivo no era ser el más popular, ser el más rico, tener más mujeres, o incluso ser lonko, eso no era lo esencial en la vida. Lo más importante era ser kimche (hombre sabio), y esto, la sabiduría, solo se alcanzaba aprendiendo todos los conocimientos de la tierra, es decir, conociendo las leyes naturales que dominan y dirigen la vida.

 

Si un ser nge (ser humano) cometía algún error por desconocer las leyes naturales, producía un desequilibrio en la naturaleza, por lo tanto había que aprender a comportarse frente al medio, a ser respetuoso por los demás seres vivientes, también hijos de la Tierra, y de los dioses, y no por ser más pequeños, menos importantes. Kimche nge aymi (ser persona sabia) era el horizonte más preciado para esta raza.

 

Los hombres que dejaban el mundo visible, y habían alcanzando gran sabiduría, vivían en lugares más cercanos a la Wenumapu, y tras pasar cierto tiempo, y alcanzar la sabiduría total, se unían con los dioses grandes y pasaban a formar parte de ellos.

 

Cuando alguien dejaba este mundo, no es que muriese y desapareciese para siempre, no. Solamente se iba a dormir, para despertar después de un largo viaje en el mundo de los espíritus, donde habitan todos nuestros antepasados. Los que han sido destacados en la comunidad, por su accionar, tienen privilegios en este mundo.

 

Por eso es que era habitual que los espíritus de los difuntos nos vinieran a visitar, y que conversaran con nosotros aconsejándonos incluso en nuestros sueños. Y esto porque la sabiduría alcanzada por ellos, podía ayudarnos en nuestras vidas, ya regidas por las leyes naturales, emanadas de la creación de los pu ngüchem (dioses).

 

Aunque también era habitual la visita de los Pillan, aquellos espíritus más revoltosos, que no habían aprendido a ser tan sabios, y estaban más cerca de nuestro mundo, nos visitaban a menudo.

 

Los dioses dirigían nuestro destino, y nosotros para llevar una mejor vida, debemos de aprender cuales son las leyes naturales que rigen el mundo, no las creadas por los insensatos hombres, que de ser sabios, ya no estarían aquí.

 

Estas historias, y muchas otras las contaba también el werken, el mensajero de los pueblos, que junto al ngenpin, eran los más cultos de todos los hombres.

 

Durante el Nguillatún, que se celebra para cada año nuevo, el Ngenpin hace un canto introduciendo toda la mitología la mapuche, pueden ser horas de hermosos cantos y relatos, a la luz de la fogata, esperando la llegada de Gñelfe (la estrella de la mañana) señalando el año nuevo, el día más corto del año, el día en el que padre Sol comienza a acercarse nuevamente a estas tierras, ese día es durante el Solsticio de Invierno.

 

Para año nuevo, las machis hacían ceremonias donde “curaban” a las personas enfermas. Y colocamos curaban entre paréntesis, porque ellas no sanaban, sino que quitaban las energías negativas de los demás, cargándoselas ellas. Gracias a su rito de Kefafan (concentración) hacían oraciones para concentrarse, y convencerse absolutamente de lo que iban a hacer, para que ningún espíritu se interpusiese entre ella y su objetivo, por muy poderoso que fuese. Por eso es que se desgastaban mucho y solo podían repetir esto para el próximo solsticio.

 

Estamos en Wetripantu, año nuevo, y además de contar historias antiguas, leyendas, mitos y creencias; curar, quitar las enfermedades y celebrar el año que se va, también se transmiten los conocimientos ancestrales de generación en generación.

 

Estos conocimientos no son producto de la “iluminación” sino que del propio aprendizaje de los pueblo, mediante la observación de la naturaleza, algo muy similar a lo que plantea Carlos Séller R. como el óptimo dentro de las ciencias sociales en sus Tomos de Sociología “...para alcanzar la verdad de la realidad social, es preciso dedicarse primero a observarla y luego a sacar hipótesis, conclusiones y finalmente leyes...”.

 

Los conocimientos antiguos son enseñan que al acercarse el Sol se recibe más calor, hay que abrigarse menos. El Sol da vida a la tierra, da más brotes de plantas, durante este tiempo cantan los pájaros trinos maravillosos.

 

Se deja lo viejo atrás y comienza lo nuevo. A media noche toda la familia va a bañarse a las vertientes, para botar lo viejo que se lleva en el cuerpo, y recibir el año nuevo purificados por el agua de la tierra. Previamente hacen una oración de agradecimiento por lo que dejan atrás, y se enfrentan limpiamente para un año nuevo.

 

Se dan las gracias por las cosas que pasaron, buenas o malas, ya que unas se disfrutan, y de las otras se aprende. Se hacen además las pases, para renovarse y empezar todo de nuevo.

 

A los niños se los engaña diciéndoles que ese día el agua está más calentita que cualquier otro día. E inmediatamente después, se celebra todo la noche y el otro día completo.

 

Ese día además, ocurre una actividad muy importante, se entregan oficialmente las funciones a la comunidad por los lonkos a los nuevos integrantes de la vida burocrática, los jóvenes que ya están en edad de adquirir responsabilidades. Junto con el Wetripantu (año nuevo), nacen también los personajes nuevos para la comunidad.

 

Ese día además, ocurre un acto muy simbólico dentro de las familias. Ese día el abuelo, sella el pacto de linaje familiar, entregándole su nombre a su nieto en edad previa a la adultez. Esta ceremonia se llama (lakutun) y es muy importante porque no solo se continúa el linaje sino que además, se preservan las tradiciones y riquezas propias de cada familia.

 

También se hacen solamente durante esta noche, los katawün, u orificios en la oreja para colocarse aros. Extraña costumbre adoptaba apenas un siglo antes de la llegada  de los españoles, influenciados quizás por los Inkas, o por pueblos más lejanos como los Rapa Nui, eso a ciencia cierta aún no lo sabemos.

 

Wetripantu siempre se recibe con mucha alegría. A partir de ahora las flores brotan, los ríos corren vigorosos, los animales comienzan a aparearse y generar más vida, y los hombres comienzan a amarse nuevamente.

 

Para comprender este pensamiento tal vez deberíamos fijarnos más en nuestro medio, en lo que nos rodea, en nuestros bosques y montañas, ríos y lagunas, valles y desiertos, en nuestra tierra.

 

Somos herederos del valiente Valdivia y de sus heroicos acompañantes, que cabalgaron durante meses, con medio centenar de kilos de armaduras en busca de una tierra en paz, para trabajar la tierra y criar familia.

 

Pero también somos herederos de esto otro, se los Wetripantu, de las machis, de Peñalolen, de los Pillan, y de la Ñuke Mapu. Más aún, con una tierra tan linda, llena de todo, llenada por todos los paisajes y climas del mundo, es en verdad una Madre Tierra, una Patria llena de magia y vida que nos invita a conocerla un poco más, respetarla y quererla, quizás incluso hasta algún día a ser pu kimche (hombres sabios), y comprender un pichintún las leyes que rigen nuestro destino, regalándole de esta manera un mejor mundo a nuestros pichiches, a los que vendrán.

 

 

Jorge Vásquez Iturra

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Última modificación: 26 Enero 2006