Carlos Keller Rueff
El ejemplo aún vigente para las nuevas generaciones
Primera Parte
Carlos Keller es actualmente y lamentablemente un personaje casi desconocido de nuestra historia. Sorprende mucho cuando uno mantiene una conversación de temas de historia con personas de cierto nivel cultural y no les es conocido el nombre.
Algunos recuerdan el nombre de Carlos Keller por su participación en el Movimiento Nacional Socialista Chileno, fundado el 5 de abril de 1932, en donde él era el encargado de la formación doctrinal de sus camaradas.
Sin duda sus años de estudio en Sociología en Alemania en donde llegó a ser discípulo y ayudante de cátedra de Oswald Spengler y su constante inquietud y estudios tras la realidad de nuestro país le permitía preparar a sus camaradas para cambiar el rumbo del país. Ya antes de la creación del Movimiento, se puede apreciar su lucidez respecto al escenario que enfrentaba el País, al describir en su libro “La eterna Crisis Chilena” publicado en 1931, los problemas que aquejan a la Patria y como plantea soluciones puntuales para sacarlo adelante. Lo curioso, el libro es aún vigente en nuestros tiempos en muchos tópicos planteados.
Extraemos del libro “La Eterna Crisis Chilena” un extracto del Capítulo II - La Evolución Cultural, la Nacionalización:
El gran problema espiritual que debemos resolver puede sintetizarse por la palabra "nacionalización".
No se trata de una actitud de chauvinismo frente al extranjero, de odio, de desprecio, o de burla. Nada debe estar más lejos de nosotros que eso. Cada día nos convencemos más de la necesidad de mutua comprensión y conocimiento de los pueblos. Durante muchos decenios más y quizás hasta el fin de su vida cultural, tendremos que aprender de la vieja Europa, eternamente joven y esbelta.
Lo que necesitamos es que la imitación mecánica sea substituida por una participación inmediata en el espíritu occidental de la época. Debemos 'hacer nuestros sus métodos y procedimientos, compenetrando su estructura interna. En vez de imitar los contornos exteriores, debemos tratar de adaptar el espíritu mismo que domina a las creaciones occidentales, con el fin de despertar nuestras facultades creadoras.
De esta manera se producirá nuestra nacionalización. No es preciso que se trate de un proceso consciente. La nacionalización se producirá en el momento en que nuestro espíritu se vuelva creador. Es el resultado de la fuerza espiritual que nace en un pueblo.
Sin duda, las ciencias y las artes tienen actualmente un carácter internacional en el mundo occidental. En todas partes se aplican los mismos principios, la misma técnica. los mismos procedimientos. Pero, sin embargo, los resultados a que se llega tienen un carácter diferente en cada pueblo. Existe simultáneamente una cultura internacional y otra nacional.
La aplicación de las bases internacionales a un ambiente determinado, efectuada en forma creadora y no imitadora, genera la cultura nacional, que es el fruto de las condiciones particulares del ambiente en que vive una sociedad humana.
Así, por ejemplo, podemos estudiar los métodos de la sociología en la literatura internacional y aprenderemos las categorías que debemos aplicar para hacer estudios sobre la materia. Si permanecemos an el estado de la imitación servil, trataremos de transplantar a nuestro país las instituciones que existen en otras naciones. Pero si estamos dotados de espíritu creador, prescindiremos completamente de lo que actualmente existe en otras partes y trataremos de analizar las bases sociológicas de nuestra nación, con el fin de llegar a una organización social que nos sea idónea. Llegaremos así a tener un Estado chileno, diferente del alemán, francés, inglés o norteamericano, y que representará una nueva solución de los problemas políticos.
Exactamente lo mismo ocurrirá con el arte. La técnica es internacional, se puede aprender en todas partes. Tampoco el asunto o motivo exterior que se pinta o describe nacionaliza al arte. Pero la intimidad, la intensidad con que un pintor experimenta las sensaciones de los fenómenos ópticos de nuestro país —diferentes de los de otros ambientes — produce obras nacionales.
Es probable que la obra de nacionalización en este sentido, que significa el despertar de las fuerzas espirituales de la Nación, se inicie en el momento en que termine el período de saturación con espíritu occidental moderno, que, todavía no se ha realizado plenamente.
En efecto, gran parte de nuestro pueblo todavía no participa en este proceso. Mientras que en Europa la evolución del siglo XIX tiene una base popular, en nuestro país carece de ella. En Europa, el nuevo espíritu es una continuación de la evolución que comenzó en la clase campesina. Existen, al menos, íntimas relaciones con ella. Los hombres en que descansa la civilización actual han surgido del campo y viven en contacto con él. El campesino, aunque conservador y tradicionalista, no desprecia el espíritu de la época, sino que trata de perfeccionarse en él.
En Chile, como ya vimos, no hubo tal evolución orgánica. El espíritu moderno es un injerto de afuera que no se apoderó todavía de la clase campesina, sino que se circunscribe a las clases media y capitalista. Nos falta el ligamen orgánico y la base popular que existe en Europa. Así se explica, con mayor razón, el carácter profundamente artificial que tuvo el proceso de la europeización en el siglo XIX y que todavía perdura.
Sus camaradas del Movimiento lo recordaban por su bajo perfil, ya que el Líder carismático era Jorge González von Maarés; pero recuerdan la escuela de formación en el cual Keller estaba a cargo. Sin duda el mayor dolor vivido en esos tiempos gloriosos y llenos de esperanzas por alcanzar el poder por la vía política, fue la Masacre del Seguro Obrero, en donde Carlos Keller sin ser informado del “Putsch” planeado por Jorge González le toca ser testigo de la tragedia.
Keller al ser informado al medio día de lo que estaba sucediendo se dirige al edificio del ex Hotel Carrera en construcción en dichos años, desde donde pudo ver y reconocer como entraban uno a uno a los más leales y formados camaradas. El dolor de ver masacrados a los camaradas formados por años y la impotencia de aquel momento se puede recoger en su libro “La locura de Juan Bernales” publicado en 1949, en donde en forma de novela narra los orígenes del movimiento y como la irresponsabilidad de un Líder impaciente conduce a la muerte a toda una generación de jóvenes idealistas leales a sus juramentos y a su Líder. Años más tarde Jorge González estrechaba la mano a Arturo Alessandri, el verdugo de aquellos jóvenes idealistas.
Citamos del libro “La locura de Juan Bernales” el siguiente pasaje de su último capítulo:
Ya no pensaba en el majestuoso edificio que habían construido con el sacrificio de seis años de sus vidas
—Seis años vividos intensamente— en ese formidable Movimiento, encarnación y símbolo del genio de la raza, límpido, puro, sano, potente: ese edificio se había derrumbado en pocas horas.
No pensaba ya en su persona: en el ultraje recibido, al haber quedado excluido de toda acción en la hora decisiva, al no haber sido siquiera consultado por Juan acerca de lo que correspondía hacer.
Pensaba solamente en las setenta víctimas, en los setenta mártires cuya sangre había corrido por los peldaños de la escalera de la Caja de Seguro Obrero, que yacían muertos sobre sus frías losas, los cráneos hundidos a razón de golpes con las culatas de los fusiles, los rostros desfigurados por las botas que los habían pisado. Pensaba solamente en las setenta vidas inmoladas inútilmente. — Esa sangre clamaba al cielo. Esa sangre clamaba venganza.
El libro fue reeditado en 1974 cambiándose la presentación, la cual en el año 1949 lo presentaba como “novela” y en su segunda edición aclaraba que era basado en los hechos del año ’38, modificándose solamente nombres y algunos hechos, ya que en la primera edición aún era susceptible de crear polémicas por encontrarse aún los actores y responsables de aquel desenlace con vida.
Tras aquel doloroso episodio, Keller continuó incansablemente sus estudios de la realidad nacional, destacándose sus estudios en historia de Chile y de los Pueblos Originarios, y como llevar a la práctica mejoras en la economía y agricultura, comprando y/o administrando en variadas ocasiones parcelas y campos para experimentar nuevos métodos de cultivo.
Al recoger y estudiar su obra “Revolución en la Agricultura” publicada en 1956, podemos asombrarnos con el libro, el cual describe la realidad de la época, la realidad precolombina y de los pueblos originarios respecto a sus cultivos, las estadísticas y propuestas de transformaciones para los métodos de cultivo y pastoreo. Sin duda toda su vida la región que más encanto le producía era el valle del Aconcagua, en donde en los años ’50 tenía una capacidad de producción de trigo mucho en quintales por hectárea muy superior a Holanda, en esos años el país con mejor rendimiento agrícola.
Del libro “Revolución en la Agricultura” destacamos el siguiente extracto que dada la importancia la resaltamos en el presente artículo. Habla del las Cooperativas, quienes actualmente las consideran poco viables y otros aún luchan a través de ellas como alternativas para mejorar a la comunidad:
Finalmente, debemos exponer sucintamente algunas ideas acerca de las empresas industriales y comerciales que necesita la agricultura.
Entre muchos agricultores, el cooperativismo es considerado con desdén, como algo de gente menuda, como una forma de organización Popular que en Chile generalmente fracasa, o que tiene que luchar desesperadamente contra administradores fraudulentos.
En realidad, tratando de las cooperativas en sí, no hay ningún motivo para mirarlas con ese menosprecio.
Han sido ideadas como una forma de organización económica que se sale del marco de todas las restantes: les falta el "alma capitalista".
En efecto, todas las demás sociedades —comerciales, de responsabilidad limitada, en comandita, anónimas, etc.— tienen la particularidad de realizar una finalidad en sí: se aportan capitales con el objeto ele organizar una empresa de producción o comercio para ganar dinero Muy pronto se puede observar en ellas que llevan una vida autónoma independiente inclusive de sus propios socios, pues imponen a éstos sus propias conveniencias (y si no logran hacerlo, fracasan).
Podría pensarse en usar estas formas para realizar las empresas que necesita la agricultura: los mataderos-frigoríficos para beneficiar el ganado y transportar la carne a distancia, en vez de hacerlo con el ganado vivo; los frigoríficos para guardar productos, regulando así mejor el mercado; las plantas pasteurizadoras de leche fresca o elaboradoras de productos lácteos (mantequilla, queso, leche en polvo, leche condensada, etc.); los establecimientos de beneficio de aves y cerdos, con elaboración de cecinas; las plantas eléctricas, o centrales distribuidoras de energía; las numerosas empresas que comercializan los diversos productos; las empresas abastecedoras de la agricultura con abonos, maquinaria, etc., y, en fin, todos los establecimientos industriales y comerciales sin los cuales cuanto se ha sugerido en esta obra no surtiría sus efectos.
Actualmente, tales funciones son cumplidas en Chile, al menos en parte, por empresas independientes de la agricultura. De la exportación se encargan grandes casas comerciales, muchas de ellas extranjeras, que celebran contratos con los agricultores, haciéndoles anticipos y comprándoles sus productos. Al interior, el ganado es adquirido por un comerciante, que lo revende a un abastero al por mayor; de éste pasa a manos de otro de segunda mano, y finalmente llega, ya beneficiado, al carnicero. Los pequeños campesinos viven en dependencia absoluta de almaceneros y tenderos, que les hacen anticipos en especies y quien finalmente reciben en pago sus productos.
De esta manera se intercala entre el productor y el consumidor un inmenso aparato distribuidor, que es el que en Chile hace las mayores utilidades. Pero el mal no es sólo de nosotros, sino que lo cono también otros países. Se recordó ya que Edgar Wallace sostiene en su libro "The New Frontier" que en Estados Unidos ocurre exactamente lo mismo y que el comercio intermediario esquilma tanto al agricultor como al consumidor.
Es algo que en realidad jamás se podrá evitar mientras no se hagan cargo las cooperativas de las funciones industriales o comerciales aludidas. Pues son las únicas formas económicas conocidas que carecen, como ya se dijo, de "alma capitalista". Precisamente, no se les ha inventado para que obtengan utilidades, pues no las hacen, sino que actúan por cuenta de sus socios, quienes reciben todos los beneficios.
Y en las cooperativas no interesan solamente sus organizaciones individuales, sino sobre todo sus uniones, que permiten reunir en una sola mano grandes volúmenes de productos, obteniendo en esa forma precios mucho más ventajosos para los productores, debido a que eliminan los eslabones de intermediarios que se intercalan actualmente entre éstos y los consumidores.
En Chile funcionan actualmente sólo 140 cooperativas, a las que sólo pertenece el 5% de las explotaciones agrícolas.
Este escaso desarrollo se debe, por una parte, a una legislación inadecuada, y por otra, al escaso fomento que han recibido.
Un Proyecto de Ley, elaborado en 1948 por la Comisión de Agricultura del Consejo Nacional de Economía y aprobado por la unanimidad de los representantes patronales, del trabajo y del Estado, no ha sido sancionado por el Poder Legislativo. Al llevarlo a la práctica en la forma como fue aprobado por aquella comisión, prestaría una inmensa utilidad a la agricultura.
Según el mismo, se establece una libertad absoluta para organizar esas entidades (sin restringir su número a una por comuna, como lo hace la legislación actual), con un mínimo de diez miembros. Autoriza su organización como sociedades de responsabilidad limitada, ilimitada y también limitada, en que la responsabilidad puede comprender un múltiple del aporte efectivo de cada socio.
Se les puede organizar para colonizar terrenos; proporcionar a sus socios animales, abonos, semillas, máquinas, herramientas y materias primas para sus actividades; producir, vender o explotar colectivamente productos; establecer fábricas y plantas de toda índole para transformar, purificar o elaborar productos; desempeñar las funciones de una pulpería y de una farmacia; organizar secciones de cuentas corrientes, depósitos y ahorros, funcionando como pequeños bancos rurales; facilitar créditos a sus socios; organizar servicios de seguros; construir viviendas; únales, establos, silos y otras obras para la mejor explotación de los Predios, por cuenta de sus socios; organizar instalaciones para la electrificación rural; organizar almacenes generales de depósito, y realizar otras actividades destinadas al fomento económico agrícola de sus miembros.
Autoriza a las cooperativas para formar uniones provinciales, regionales o nacionales, con el fin de organizar centrales de compra, de venta, de crédito, fábricas y plantas comunes, servicios de seguros, almacenes de depósito y servicios comunes de inspección y revisión de cuentas.
En esta forma, ellas estarían en situación de emprender negocios de gran envergadura, como ser, importar maquinarias y herramientas, adquirir abonos en grande escala, colocar la producción de sus miembros, producir semillas genéticas, instalar grandes plantas industriales, como ser, fábricas de azúcar, etc. De esta manera, los socios podrían adquirir los productos que necesitan a precios mayoristas, bajos, y recibir en la venta de su producción precios más remunerativos, sin depender de intermediarios.
Respecto del crédito, se establece un nuevo instrumento: el pagaré cooperativo, similar al agrario, que podrá ser colocado en las instituciones de crédito con aval de las cooperativas y de sus uniones, es decir, con el máximo de garantía (la responsabilidad solidaria de esas entidades) . Hoy día, el agricultor debe entenderse individualmente con las instituciones de crédito, cumpliendo todos los trámites de garantía que éstas le exigen. Conforme a las disposiciones del proyecto, el aval dado por las cooperativas haría innecesarias estas diligencias individuales, pues las instituciones de crédito se entenderían directamente con la cooperativa o la unión a que pertenece, lo que haría accesible el crédito hasta al campesino pequeño. El Banco del Estado debería ser dotado de un departamento para atender sus operaciones con las cooperativas.
Se autoriza a las cooperativas para aprobar un plan de producción para sus socios, que consulte, por ejemplo: las especies y variedades vegetales que deban cultivarse preferentemente y las rotaciones culturales a que deban someterse; los abonos que deban emplear; las especies y variedades de animales que deban mantener; las plantaciones de árboles frutales y forestales que deban hacer, y las instalaciones comunes que deba organizar la cooperativa para realizar ese plan e industrializa los productos así obtenidos. Esta medida tiende a supeditar un exagerado individualismo y organizar la producción en torno a la cooperativa, en el sentido de obtener cantidades considerables de productos uniformes, que la cooperativa podrá transformar industrialmente, si así fuera conveniente. De la misma manera, se les autoriza para organizar vicios comunes de sanidad vegetal y animal.
Una disposición autoriza a la Dirección General de Agricultura para declarar obligatoria la constitución de una cooperativa al procederse a la parcelación de un predio, a fin de organizar desde un principio la producción de los parceleros de acuerdo con los principios ya indicados. Puede observarse en la actualidad que, frecuentemente, cada parcelero realiza un plan individual totalmente desligado de sus vecinos, plantando, por ejemplo, árboles frutales de otras especies y variedades que aquellos, con el resultado de que se obtienen múltiples producciones heterogéneas, de muy difícil venta.
El proyecto fija normas precisas y claras para los detalles de la vida de las cooperativas, constituyendo una herramienta de vital importancia para lograr el progreso de nuestra agricultura.
Puede prestar utilidad tanto a las grandes haciendas, como a los pequeños campesinos: a las primeras, principalmente por las facilidades para crear instalaciones comunes; a los segundos, por organizarlos.
Es innegable que los problemas de las zonas de excesiva subdivisión encontrarían múltiples soluciones si se las dotara de cooperativas.
Por todos estos motivos, sería del mayor interés se acelerara la aprobación de este proyecto de parte del Poder Legislativo y se realizara, tanto de parte del Estado, como de las sociedades agrícolas, una activa propaganda a favor del cooperativismo, el que facilitaría extraordinariamente la realización de las grandes transformaciones necesarias en í nuestra agricultura.
Sin duda la extensión de la investigación de Carlos Keller nos deja espacio para seguir destacando sus obras y estudios, con lo cual en esta primera parte destacamos su lucidez por la política y temas agrícolas.
Hans Fiebig Müller
Última modificación: 01 mayo 2006