Homenaje a los Mártires Nacistas de Calle Condell
Los Primeros años del Nacismo:
El 5 de abril de 1932, días previos a la República Socialista, es fundado el Movimiento Nacional Socialista (MNS), el cual al poco tiempo logra captar de los sectores independientes, un importante número simpatizantes.
Este proclama el desgaste de la democracia parlamentaria y el sistema de partidos, asumiendo una visión discrepante respecto al modelo capitalista, ya sea en su versión liberal o marxista, abogando por la instauración un gobierno de unidad nacional fuerte, capaz de implementar medidas políticas, sociales y culturales nacionales, representativas de nuestra realidad particular como chilenos (“chilenidad”) y latinoamericanos, sin embargo por su denominación “nacional socialista” y “nacista”, serán visto como simples “nazis” o “Hitleristas”.
Sobre este tema, Jorge González Von Marées expresaba en un discurso radial de 1941 lo siguiente: “...Es cierto que los ideales “nacionalistas” y “socialistas” que el Movimiento preconizaba, no podían quedar mejor definidos que con la denominación de “nacional- socialista” que había adoptado. Pero el hecho era que en Alemania acababa de triunfar un grupo político que llevaba ese mismo nombre. Por consiguiente, el movimiento político chileno no podía ser sino una prolongación, en nuestro país, de la organización germana. Por más que la lógica de semejante argumentación no era muy fuerte – ya que con igual razonamiento podría haberse sostenido que todos los partidos chilenos no eran sino prolongaciones y agencias de sus similares europeos- el hecho es que la similitud de nombre dio base para que, de buena y de mala fe, se nos supusiera en concomitancia directa con el nacional socialismo alemán” – continúa, diciendo el jefe vanguardista - “A una voz de orden, surgieron en todas partes las “consignas” en contra nuestra. Las más socorridas fueron la de estar nosotros “vendidos a Hitler” y la de ser “asesinos del pueblo”.
En sus inicios, esta organización - compuesta principalmente por jóvenes estudiantes de clase media -, es vista por los entonces partidos tradicionales con indiferencia y desprecio.
“Un partido con un “Jefe”, en este país de rebeldes e insubordinados, resultaba algo simplemente ridículo. Y el hombre que se atreviese a afrontar ese ridículo, no podía ser sino un loco. Un partido cuyos miembros vestían uniforme y saludaban con el brazo en alto, y que, en vez de las tradicionales “asambleas”, realizaba “concentraciones”, en que se entonaba el Himno Nacional y otros cantos patrióticos; un partido que desfilaba marcialmente por las calles, precedido de bandas de músicos y banderas; un partido así no podía responder a la mentalidad chilena, tan contraria a todas estas exterioridades”.
Tras el paréntesis golpista que llevó a la instauración de una breve República Socialista – hecho de fuerza que el MNS repudió -, sale a la vida pública el Partido Socialista, el cual va a partir congregando una serie de corrientes de izquierda, para finalmente optar por las ideas marxista, expresada en una posición reformista al modelo capitalista (“socialismo a la chilena”),viendo como medio legítimo - aunque no permanente -, su participación en la tribuna parlamentaria, posición que lo distanciará del Partido Comunista, entonces muy marcado por el “stalinismo”. Por cierto, también van a existir otras organizaciones de izquierda, por ejemplo los “trosquistas”, el grupo universitario Avance, los del POR, etc.
Por otro lado, los sectores políticos tradicionales (conservadores, liberales y radicales), que temían una nueva asonada militar, como las del 1920, 1924 y 1932 formaron –al margen de la Ley -, un poderoso grupo armado con pertrechos militares sustraídos de los arsenales militares, cuya finalidad fue la de amedrentar a las fuerzas armadas, su nombre fue: “La Milicia Republicana”.
Los cambios de gobierno sucedidos entre 1931 y 1932 no logran revertir los graves daños sociales producidos por la política económica liberal concentrada en la importación de productos manufacturados, para el consumo interno y la producción materias primas, con fines de exportación, perjuicios que se vieron acrecentados por la crisis del 29.
Debido al clima de descontento, producto de la indefensión social, hizo a muchos ciudadanos, ver con buenos ojos las propuestas de la izquierda, la cual experimentó un gran crecimiento en el número de sus militantes.
Paralelamente, el ejercicio de gobierno de Arturo Alessandri Palma, al borde de la legalidad, más el impacto de los acontecimientos internacionales - que fueron utilizados por algunos sectores para atacar, satanizar y sembrar odio hacia quienes veían como sus principales rivales -, desencadenó finalmente la violencia.
Así lo recordaba en 1941 el entonces líder de Vanguardista: "Sistemáticamente, salvo muy contadas excepciones, los diarios de todas las tendencias – incluso aquellos que hipócritamente se proclamaban imparciales e independientes – nos cubrían de improperios, falseaban en nuestro descrédito las incidencias en que nos veíamos envueltos, tergiversaban descaradamente nuestros ideales y propósitos y cada uno de nuestros actos."
Fuimos presentados ante el país como una banda de fanáticos. Cuando no de fascinerosos. El epíteto menos ofensivo que se nos prodigó fue el de ser un hato de desconformados y de locos. En incontables ocasiones, las celdas de las cárceles se repletaron con nuestros hombres, acusados de toda clase de delitos que sólo existían en la imaginación malévola de los adversarios.
Toda esta acción mancomunada en contra nuestra, no dejó, como era natural que sucediese, de surtir efectos en el ánimo popular. En el concepto de un grueso sector de los chilenos, pasamos a ser unos desalmados sin dios ni ley, ávidos de sangre y cargados de odio contra la clase trabajadora. La masa obrera, impresionada por las consignas nos repudió con todas las fuerzas de su alma”.
La Violencia Política hacia el Nacismo:
Uno de los primeros hechos de violencia, en contra del nacismo se dio en 1933 en la calle Alameda esquina Castro de la ciudad de Santiago, a la salida del Teatro Iris, oportunidad en que una turba armada atacó a la salida, a los participantes de una concentración nacista, dejando como resultado varios heridos, según lo recuerda el dirigente de izquierda Humberto Valenzuela, en el libro “Notas del Frente Popular”: “... En esa oportunidad peleamos todos juntos, en un solo frente, comunistas de las dos tendencias, anarquistas y socialistas. Fue un magnífico frente único en acción contra el fascismo, al que no se le discute, sino que se le destruye”.
Así en este ambiente, cuando en 1934 esta colectividad empieza a abrir locales a lo largo del país y comienza la distribución de su diario “Trabajo” en la vía pública, de igual manera aumentan las acciones de amedrentamiento, las que incluirán además de amenazas, robos y palizas por parte de elementos exaltados hacia los militantes de este movimiento; los apaleamientos, sablazos y cuando no el arresto arbitrario por parte de la policía.
Sobre este tema, se refiere en sus memorias políticas el dirigente de izquierda Orlando Millas: “En las noches nos ubicábamos en las sombras, deslizándonos con zapatillas para no hacer ruido y seguíamos a grupos de “nazis” que salían de sus cuarteles (...) nos dejábamos caer con los corvos por la espalda, intimándoles rendición (...) pocas veces necesitamos herirlos seriamente (...) habíamos aprendido a provocarlos, insultándolos pero protegiéndonos, cuando estaban vaciadas sus armas, nos dejábamos caer con los corvos y los sometíamos. Nuestro método consistía en no matarlos, no convertirlos en mártires, sino simplemente herirlos, amedrentarlos, hacerles la vida imposible. Y lo conseguimos”.
Es así, como también sus locales fueron blanco de los ataques, ejemplo a citar es el frustrado intento de incendio con bombas molotov del local que les servía al MNS como sede nacional, ubicado en la calle Huérfanos 1540 de la ciudad de Santiago, episodio que fue retratado en “versión libre”, por el escritor Fernando Alegría - el mismo de “Lautaro, joven libertador de Arauco” -, en su novela “histórica” titulada: “Mañana los Guerreros”.
Bajo este clima de odiosidad, el movimiento nacista crea sus grupos de defensa llamados Tropas Nacistas de Asalto (TNA), esta fue una organización militarizada al igual como las que poseía el Partido Socialista llamadas “Camisas de Acero”, sin embargo esta última y a diferencia de la primera, estaban creadas expresamente con una doble finalidad, según consta en lo expresado por Orlando Millas en sus memorias: “Nosotros no sólo respondíamos con violencia, sino que la generábamos”.
Pero la violencia política ejercida sobre el MNS, tarde o temprano iba a significar una pérdida irreparable, así fue que el 19 de Septiembre de 1935, un joven estudiante llamado Pablo Acuña militante del MNS, quien había gritado momentos antes ¡Arriba el nacismo! ¡Abajo Alessandri! Gravemente herido estocadas en la elipse del Parque Cousiño, tras recibir una golpiza junto a su hermano de parte de elementos exaltados, fallece desangrado en la asistencia pública.
Este hecho además tuvo la agravante de haber sido a plena luz del día, en presencia de carabineros y momentos en que pasaba la comitiva que acompañaba al Presidente derechista Arturo Alessandri Palma, cuando este visitaba las fondas después de tomar revista a las tropas y presenciar su desfile.
En Honor a este joven nacista las TNA adoptaron su nombre y compusieron un Himno en donde se lo recordaba.
Sin embargo, este incidente iba ha ser tan sólo el epílogo de otro más violento que se dio en la ciudad de Valparaíso. En el anochecer del 13 de Junio de 1936, cuando un grupo no mayor de cien nacistas, compuesto por jóvenes brigadistas que vendían el diario nacista “Trabajo” acompañados por una treintena de TNA a cargo del Alférez Ricardo White – asesinado dos años después en el Seguro Obrero -, fueron cercados y atacados sorpresivamente por un número muy superior de tropas de choque socialistas, comunistas y afines.
La refriega, se dio el sector puerto y las inmediaciones del diario El Mercurio de Valparaíso, teniendo como centro, la Calle Condell.
El enfrentamiento fue feroz. Los nacistas premunidos de bastones de combate, de cinturones de gruesas hebillas y algunos de armas de fuego, cuando no utilizando la fuerza de sus puños, debieron organizar una angustiosa defensa, ante una fuerza agresora, poseedora de un abundante arsenal, compuesto por enormes sables, puñales, corvos y armas de fuego cortas.
Algunos de los heridos nacistas, para evitar ser asesinados, cuando no pudieron por sus propios medios huir, fueron dejados como medida desesperada por sus camaradas, en la recepción del diario El Mercurio, testigo de esos hechos fue el entonces joven militante del MNS porteño Carlos Pizarro, el mismo que años más tarde, sobrevivirá milagrosamente a la masacre del Seguro Obrero.
Respecto a este acontecimiento, nos dice Orlando Millas “El encuentro frontal más grande se desarrolló en Valparaíso, el 14 (sic) de junio de 1936, entre cerca de cien “nazis” y un número mayor de jóvenes socialistas, de los cuales treinta habían viajado desde Santiago (...) Tuvimos un héroe de la jornada. Iba a mi lado y se desplazó como gato con una agilidad asombrosa con los corvos, uno en cada mano, decidiendo la escaramuza”.
La jornada de violencia, dejó como resultado un gran número de heridos de diversa consideración. Los nacistas, tuvieron que lamentar en sus filas la muerte de tres de sus militantes: Moisés Carreño Saavedra, obrero chocolatero de la fábrica Hucke, de 24 años; Armando Muñoz Pérez, estudiante, de 19 años; y Blas Riquelme Pizarro, de oficio carpintero, de 27 años. Sus cuerpos presentaban a demás de golpes, heridas penetrantes producidas por corvos, machetes y sables.
En El Mercurio de Valparaíso, fechado el 14 de junio de 1936, aparece el siguiente relato: “Una de las escenas más dramáticas del trágico suceso de anoche, se desarrolló en uno de los pabellones de la asistencia. Se hacía el balance trágico del choque. Mientras unos médicos atendían a los heridos, otros preguntaban nombres, edades, etc.
Uno de ellos, se acercó a Blas Riquelme. Estaba en una camilla con una profunda herida en el costado izquierdo. “¿Usted es nacista o socialista?”, preguntóle el médico. El herido estaba ya moribundo y no tuvo fuerzas para contestarle; pero en un momento supremo, reuniendo todas las fuerzas que le quedaban, alcanzó a levantar su brazo derecho, haciendo el saludo nacista. Instantes después, Riquelme fallecía”.
Si bien, surgieron al otro día voces condenatorias respecto a estos hechos y llamados a la cordura, estas no surtieron efecto, luego vendría la masacre de campesinos y estancieros en Ralqui; los disparo, desde edificios públicos, a elementos nacistas de la Universidad de Chile; los incidentes en la estación de Rancagua, provocados por agentes de investigaciones; el caso del teatro Carrera, donde se comprobará la intervención del ejecutivo; el apaleamiento de los parlamentarios de oposición, el 21 de Mayo en el congreso; el empastelamiento de la revista satírica Topaze; el intento de cierre del diario nacista “Trabajo”; el encarcelamiento de Carlos Keller, ideado con la finalidad de obstruir su candidatura a Diputado por Concepción y la matanza del Seguro Obrero Obligatorio.
Las “investigaciones” de los acontecimientos, del 13 de junio no establecieron responsabilidades ni sanciones para los responsables de los heridos y los muertos, así como tampoco lo hubo para quienes en 1941 asesinaron al militante Vanguardista Raúl Lefevre.
Tal vez la razón la encontremos en lo expresado por el político Orlando Millas en sus memorias: “La consigna de las fuerzas policiales fue: dejar que ambos se desangren y no estorbar sus riñas. Una de las razones para este proceder, es que Alessandri veía en los “nazis” un estorbo y una perturbación para la unidad de toda la derecha alrededor suyo. Lo cierto es que no recuerdo haber sido nunca detenido cuando dejábamos ostensiblemente “nazis” heridos, alguno de ellos de gravedad”.
Por otro lado, sobre este tema Jorge González, afirma: “Para los efectos de las consignas, los seis muertos que nosotros dejamos en esas refriegas – estudiante uno y modestos obreros los demás – recibieron el calificativo de “futres engominados” a quienes “el pueblo” había aplicado su merecido castigo. En cambio, los caídos del bando contrario – que en total no sumaron más de tres – fueron elevados a la categoría de “mártires del proletariado, asesinados salvajemente por las hordas sanguinarias de González Von Marées”.
Como podemos ver, la historia en algunos casos es injusta, pero es deber nuestro el velar por que la verdad salga a la luz, esfuerzo constante que en alguna medida queda representado por cada generación porteña que le rinde homenaje a estos mártires, víctimas como tantos otros, del odio político y que descansan en le cementerio de Playa Ancha, junto a los restos de los muchachos muertos en el Seguro Obrero.
Juan Bragassi Hurtado
Última modificación: 26 Enero 2006