Nacionalismo y Democracia: ¿Realidades incompatibles?

 

 

Generalmente, cuando se habla de un proyecto político nacionalista, suceden dos fenómenos, por un lado se habla de la incompatibilidad de dicho modelo con el sistema democrático, parlamentario y de partidos. Por el otro, se tiende a asociar su propuesta, con la simple formulación de un estado de gobierno que va desde  el presidencialismo al  autoritarismo; del  militarismo a la dictadura o en su paradigma más común,  el totalitarismo.

Sin embargo cabe preguntarse, si dicha percepción es acertada.

¿El nacionalismo es contrario a la democracia? ¿El nacionalismo tiene como máxima expresión de gobierno, la instauración de un modelo totalitario?

En las siguientes líneas, esperamos demoler ciertos “mitos” y dar luz respecto a este tema.

 

Nacionalismo v/s ultra nacionalismo: Más allá de cualquier definición jurídica,  el nacionalismo es un sentimiento de identificación, interés y  valoración que nace al interior de un individuo, no sólo respecto a las particularidades que caracterizan a la comunidad en que vive y se desarrolla, sino que también con los pares que la componen, manifiesto en un vínculo espiritual de hermandad, que trasciende a particularidades y distancias geográficas.

De ahí su natural inclinación por  el atesoramiento de dichas diferencias individuales y colectivas, su estudio, desarrollo y defensa.

Dicha actitud, no es sinónimo de sobrevaloración de “lo propio” y subvaloración de “lo ajeno”, ya que significaría estar ausente de toda autocrítica, sino la justa medida entre lo espiritual y lo material; lo individual y lo colectivo; lo similar y lo diverso; lo local, lo regional y lo universal.

Por lo tanto, el nacionalismo, no niega la participación de su colectividad, como realidad local, dentro del contexto regional y universal que le corresponde por propia naturaleza;  ni mucho menos se opone al intercambio y la cooperación, ya que  toda sociedad tiene como base central para su progreso, evolución y adaptación, además de lo similar y lo variable, la colaboración.

Es así pues, que el nacionalismo en su significado real, es de carácter integrativo y pacificador, ya que sustituye el enfrentamiento de intereses excluyentes (internos y externos), por la  comprensión, la colaboración, la solidaridad, el altruismo y la hermandad más allá de estados particulares y distancias, plasmando dicha voluntad de unidad, en un proyecto común o colectivo.

Es este patrón integrativo espiritual, el que inmediatamente lo diferencia con el ultranacionalismo, nacionalismo chauvinista o también  conocido como “chabacano” con su fórmula populista basada en prejuicios, formas y exterioridades de raíz esencialmente materialista, ejemplo de ello es la denominada  “lucha de razas”, la que no deja de ser más que una simple extensión del clasismo  competitivo liberal de derecha y  su subproducto la lucha clases.

Lo mismo cabe, para llamada “teoría del espacio vital”, la cual no deja de ser más que una nueva forma para denominar  y justificar el imperialismo económico y  el  colonialismo invasor.

 

Nacionalismo, socialismo y corporativismo: Como sabemos, el ser humano por naturaleza es  un ser social, estado que va más allá de su permanencia en una comunidad  y la ligazón espiritual que se genera a partir de ello, sino también por que cada una de sus acciones, al igual como la de sus demás componentes, inciden directa o indirectamente  en ella.

Cuando adquiere conciencia de ello, identifica los vacíos existentes y enuncia principios morales y  estados ideales del “cómo deberían ser las cosas”, aspiraciones las cuales guiarán sus acciones, y que se volcarán en un trabajo planificado, por  interés de  brindar solución a los problemas que  afectan a su colectivo,  es en ese caso cuando hablamos de socialismo.

Dicho trabajo, que lucha por la obtención de un mayor estado de elevación espiritual y material de una comunidad, se puede dar utilizando los mecanismos de  organización y participación ciudadana existentes – los oficiales -, haciéndolos efectivos y en especial,  si no los hay - y aquí su mayor característica – creándolos al alero de la Ley, esto  es  lo que se llama sindicalismo y corporativismo.

Su finalidad, es la de constituir a estas organizaciones en una fuerza viva, capaz de comunicar, guiar y erradicar la mezquindad y el interés particular, que desvirtúan el sano ejercicio de un Gobierno y sus políticas de Estado.

 

Nacionalismo y  su aspiración de gobierno: El nacionalismo, consecuente con su vocación social y dentro de su lógica de acción en la realidad, necesita en un determinado momento traducir ese sentimiento, interés y preocupación en una serie de principios, que guiarán y focalizarán sus formas de trabajo, con objeto de mejorar lo existente, mas  nunca empeorarlo.

He aquí, que el concepto “revolución” y ”revolucionario” para el  nacionalismo, no es entendido y operado como sinónimo de antisistema, es decir  vislumbrado bajo una óptica confrontacional y desconstructiva por medio de la “acción directa”, sino que es eminentemente constructiva, de orden, de respeto a la  ley y  a la autoridad.

Por lo tanto, el nacionalismo participa dentro del sistema, valiéndose de sus mecanismos para servir, actitud que es denominada por la izquierda como burgués, pequeño burgués, reaccionaria o contra revolucionaria.

En cuanto al  uso de la violencia, el nacionalismo no lo ve como una vía válida y  legítima, ya que ella  no contribuye a la unidad, ni a la “conversión de almas” por dicha causa, sino todo lo contrario, a un mayor estado de descomposición, fragmentación, desconfianza,  odio y enfrentamiento.

Bajo esta perspectiva, el uso de la violencia  sólo puede ser justificable, como medida desesperada última de  protección o disuasión frente una fuerza ofensiva.

Ya dotado el nacionalismo de experiencia, corregido sus defectos operativos y legitimado popularmente con su trabajo como movimiento – que es la base de su poder -, no se conformará con dar respuesta a un problema en particular o a cuanto vacío social se encuentre en su camino, sino que postulará necesariamente, a rectificar como gobierno, las circunstancias que lo generan.

Si el escenario es irremediable, la opción será  la sustitución del sistema existente, por un modelo más próximo y práctico a las necesidades de vital importancia.

Desde esta perspectiva, ya sea  correctiva o reformadora, el nacionalismo tendrá como fuente de apoyo, su trayectoria dentro de la realidad nacional,  la que lo dotará del pragmatismo necesario, que lo orientará en lo que es justo, válido y posible de hacer.

Es por ello, que el nacionalismo como sistema de gobierno, encuentra su expresión en la formulación o creación de un modelo de carácter nacional de implicancia social  – nacional socialismo o socialismo nacional -, político, económico y cultural, siendo para nuestro caso en particular la chilenidad y para su extensión en el contexto regional,  el Americanismo.

 

Nacionalismo y los sistemas de gobierno: Una vez hecho este análisis, podemos afirmar, que la raíz que socava a los sistemas de gobierno, radica esencialmente en que si acoge o no de buena forma las necesidades internas de la comunidad, y si éstas encuentran una traducción real como respuesta, en las políticas de estado.

Pensar que un sistema de gobierno, ya sea monárquico, republicano u otras formas por sí garantizan con sus mecanismos, una solución efectiva y una correcta participación ciudadana, es equívoco.

El nacionalismo, bajo su sistema de gobierno nacional socialista o social nacionalista, jamás podrá estar en contra de la democracia, simplemente por que sería estar en contra de lo que más pretende, la organización y la participación ciudadana a través del trabajo, en un proyecto colectivo o de país de beneficio mutuo (individuos y colectividad).

Sí, el nacionalismo optará por renovar sus mecanismos, equilibrarlos y de ser necesario, reemplazarlos totalmente,  por un nuevo modelo de democracia.

También cabe clarificar, que el nacionalismo no se opone a la existencia de instituciones tales como el parlamento o los partidos políticos, más sí a los criterios excluyentes e intereses particulares, que se ven expresados en ellos como sistema  y que orientan su funcionamiento.

Por lo tanto, el nacionalismo jamás encontrará su expresión en un sistema de carácter totalitario.

Tampoco lo hará en modelos masas, promotores ya sea del individualismo a ultranza o en su defecto del  colectivismo absoluto, simplemente por que ambos portan un errático entender de los que es  la  “diversidad” y la “igualdad”.

Toda vez que en estos tres esquemas, es en donde precisamente se somete y anula dicha participación ciudadana, careciendo de la debida representatividad en las políticas de Estado.

Finalmente, para quienes  se sientan representados por el nacionalismo, deben evaluar lo anteriormente expuesto y asumir una actitud reflexiva respecto al pasado y sobre todo, a la calidad de lo que hoy se está haciendo en función de esta razón social.

 

 

Juan Bragassi H.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Última modificación: 03 Enero 2006