La Vida de Nicolás Palacios y la Trascendencia de su Obra
Al finalizar el siglo XIX, con la irrupción de la capas medias, formadas en los liceos y universidades, se produce el renacer de la literatura Chilena, “(…) que va a ir expandiéndose hasta dar la tónica política de las décadas siguientes (…)”
De: Godoy, Hernán; En: “El Carácter Chileno”; Editorial Universitaria; Santiago De Chile, 1981; página 290.
Constituyéndose, tanto a nivel local, como regional y continental, la expresión de “(…) un conjunto de pueblos que van tomando conciencia de sus propia y común identidad e intereses.
(…) Su despertar hace eclosión en 1910, con ocasión de la celebración del centenario de la independencia, que es a la vez un reencuentro con el mensaje bolivariano (…)”
Síntoma de un proceso de autoafirmación frente al sentimiento de desarraigo, producido en esas nuevas generaciones con los modelos euros centristas, implantados con posterioridad a la emancipación nacional.
Este sentimiento generacional de desarraigo, en alguna medida, es retratado en las siguientes líneas: “Estábamos avergonzados de nuestras tradiciones hispánicas, indígenas y africanas. No comprendimos, que para crear y recrear nuestro destino histórico, nos era necesario reconciliarnos previamente con nuestros orígenes, con nuestra propia sangre; en suma reencontrar nuestra identidad (…)”
De: Salinas, Antonio; Zorrilla, Enrique; En: “la Nueva Emancipación”; Ediciones Nuestramérica; Santiago de Chile, 1989; página 81.
De ahí la importancia intelectual y política de los autores nacionales de fines del siglo XIX, de la obra de esa generación surgirán los intelectuales mesocráticos del centenario (1910), quienes “(…) denostaron a la oligarquía por buscar un modelo cultural fuera de nuestras fronteras. Como contrapartida, reconociendo una tendencia que por esos años se propagaba por toda Latinoamérica, afirmaron nuestra identidad nacional en el sustrato mestizo, encarnado en la figura del roto chileno (…)”
De: Salazar, Gabriel; Pinto, Julio; En: “Historia Contemporánea de Chile; actores, identidad y movimiento”; Ediciones LOM 1999; volumen II; página 141.
Parte activa de esta nueva y significativa corriente de opinión ciudadana, propia de la entrada en el escenario público de las capas medias y populares, la constituirá una serie de personalidades calificada por algunos estudiosos, como de cierta orientación nacionalista, quienes contribuyeron mediante su crítica social, a replantear el tema de la identidad o del carácter nacional.
“(…) El primero de ese grupo de autores es cronológicamente, es el médico Nicolás Palacios, autor del curioso, original y disparejo libro Raza chilena (…)”
De: Godoy, Hernán; En: “El Carácter Chileno”; Editorial Universitaria; Santiago De Chile, 1981; página 290.
Quien será - según como lo expresa Jaime Concha, en alusión al libro de Luis Orrego Luco, titulado “Chile Contemporáneo”-, uno de los estudios “más penetrantes de esa fase de la sociedad chilena”.
De: Concha, Jaime; En: “Novelistas Chilenos”; Colección Nosotros los Chilenos; Editorial Quimantú, 1972; página 36.
Por su parte, Antonio Salinas y Enrique Zorrilla, lo destacan por su vasta cultura, que desarrolló con su obra, una gran influencia sobre generaciones de compatriotas.
“(…) Palacios exalta el alma de la chilenidad, la valerosidad personal, la rectitud, la lealtad, la capacidad de trabajo y sufrimiento, el humor que definieron en las calicheras y en los combates al roto chileno, lo que atribuye al feliz mestizaje de la sangre goda y araucana (…)”.
De: Salinas, Antonio; Zorrilla, Enrique; En: “la Nueva Emancipación”; Ediciones Nuestramérica; Santiago de Chile, 1989; página 7.
Vida y obra del autor de “Raza Chilena”:
Nicolás Palacios Navarro, nace en 1854, en la aldea colchagüina de Santa Cruz, siendo el mayor de sus hermanos. Sus padres fueron don Faustino Palacios y doña Jesús Navarro.
En 1868, a la edad de 14 años, Nicolás Palacios, se traslada a la ciudad de Santiago, internándose en el Instituto Nacional, donde toma contacto con las ideas de personajes, de la talla de: Diego Barros Arana, José Vitorino Lastarria, y Francisco Bilbao.
En 1874, obtiene su bachiller en humanidades, siguiendo sus estudios en medicinas, los cuales complemento con otras actividades culturales, como lo son: la pintura, escultura, escultura y la creación libertaria (en verso y prosa).
El sorpresivo fallecimiento de una de sus hermanas en 1879, lo hunde en una profunda depresión, la cual repercutió en su salud, impidiéndole partir junto con su hermano Senén Palacios, como voluntario ene le regimiento “Atacama”, cuando se iniciaba la Guerra del Pacífico (1879-1883).
En 1880, ya recuperado, parte al frente y sirve como cirujano en los “Cazadores del Desierto”, participando en las batallas de Tacna, Chorrillos y Miraflores, entrando junto a las victoriosas tropas chilenas a la ciudad de Lima.
Finalizado el conflicto, y después de un retiro de tres años, en 1886, acepta el puesto de médico en el mineral de “Las Condes”, ubicado en la cordillera, lugar donde, a pesar de las dificilísimas condiciones, trabajó por un espacio de cuatro años.
En 1890, regresa a la ciudad de Santiago, para continuar con sus estudios en medicina y se gradúa finalmente como médico.
Cuando se produce la sangrienta Guerra Civil de 1891, Palacios toma parte por el sector revolucionario antibalmacedista, pero éste encantamiento con la República Parlamentaria, con los años, irá decayendo.
A los cuarenta años de edad, en 1894, abandona nuevamente la capital, y se traslada como médico a las oficinas salitreras del norte de Chile, ubicado en su residencia en el Alto Junín, desarrollando una serie de artículos referido al problema industrial y social salitrero.
En 1900, viaja a Europa y en la ciudad de Londres escribe una serie de artículos en defensa de la chilenidad, como respuesta a comentarios ofensivos hacia Chile y su pueblo, producidos por la pluma de algunos connacionales, algunas de ellas, documentos de connotación oficial.
De vuelta en el país, continúa su labor en las salitreras, asumiendo públicamente una posición crítica hacia las políticas de colonización implementadas por el gobierno en el sur de Chile, en perjuicio de los pueblos originarios y los habitantes chilenos de ese sector.
De esto nos entrega, Senén Palacios – su hermano -, el siguiente testimonio:“(…) a los araucanos se les quitaba sus tierras con la fuerza de las armas. Luego siguió el éxodo de miles de chilenos que se expatriaban conduciendo de la mano a sus esposas e hijitos. Los gendarmes los expulsaban a balazos, empujándolos con la punta de las bayonetas. Se necesitaban sus tierras para entregárselas a los inmigrantes que iban llegando (…)”.
En 1904, viaja a la ciudad de Valparaíso, donde junto con inaugurar una placa en honor a Bernardo O´higgins, publica de su propio bolsillo el libro “Raza Chilena”, texto que agrupa una serie de estudios y artículos, referidos a la formación del “roto” o mestizo chileno, al que se le sumará juicios respecto a aspectos a variados aspectos sociales y de la política contingente, aspecto que será retomado años más tarde, en 1927, por Alberto Cabero en su libro “Chile y los Chilenos”; Benjamín Subrecaseaux, con “Contribución a la Realidad”; Galvarino Guzmán, con “Mañanas Criollas”; etc.
“(…) El objetivo del ensayo de Palacios es la reivindicación del hombre del pueblo. Su tesis central es que “el roto chileno constituye una entidad racial perfectamente definida; como mestizo, de godo y araucano, ambos de psicología patriarcal, representa el valor humano superior”. Como se sabe, Palacios formulaba por primera vez la tesis del origen gótico del conquistador español que vino a Chile, tesis que en una forma más matizada va a exponer también Encina (…)”
De: Godoy, Hernán; En: “El Carácter Chileno”; Editorial Universitaria; Santiago De Chile, 1981; página 289.
Dicho trabajo le significó el desprecio de la oligarquía terrateniente y principalmente de la plutocracia del dinero. Lo presentaron cuando no como un loco, como un agitador, siendo marginado socialmente, hasta finalmente despojarlo de su empleo.
En 1907, ubicado en un Hotel próximo a la plaza de Iquique, presencia la trágica matanza de centenares de trabajadores salitreros en la Escuela de Santa María, hecho el cual condenó con todas sus fuerzas.
De regreso en la ciudad de Santiago, realiza una vida retirada y modesta, al alero del hogar de la familia de la Maza. Una de sus últimas actuaciones públicas, según recuerdos de su hermano Senén Palacios, se desarrolló en las sesiones del Ateneo, donde el autor leyó un texto escogido, titulado “La Decadencia del Espíritu de Nacionalidad”, extraído de su obra “Raza Chilena”, lectura que encontró una amplia acogida por parte de los asistente, rindiéndosele posteriormente en esa oportunidad un sencillo homenaje.
Nicolás Palacios Navarro, fallece prematuramente a la edad de 57 años, el 11 de junio de 1911, producto de un aneurisma, cuando se encontraba concentrado en la preparación de dos publicaciones tituladas “Demografía Gótica” y la “Revisión en América Latina de la Histórica del Viejo Mundo” y próximo al lanzamiento de una versión actualizada del libro “Raza Chilena”, en el cual daba respuesta a las críticas realizadas a su primera publicación.
Juicios sobre su polémica obra:
A las reacciones políticas negativas de la época, se les sumaron otras de carácter intelectual, como la de Miguel de Unamuno y que en gran medida tergiversarán muchas de las afirmaciones, dadas por el autor en su obra, con el perjuicio en sus significaciones.
En cuanto a las críticas negativas más recientes, muchos juicios omiten que ella fue confeccionada, con los conocimientos que estaban en ese tiempo en boga (neodarwinista), los cuales incidieron profundamente en la concepción de sociedad, economía y cultura, por ejemplo el denominado “darwinismo social”.
La más reciente de estas apreciaciones, a citar es la del crítico y escritor chileno Darío Osses, quien afirma: “(…) Es curioso constatar cómo un historiador serio, que trabaja con método riguroso, reproduce teoría delirantes, como aquella de Nicolás Palacios, de la formación de una “raza chilena” (…)”.
De: Osses, Darío; En: “Chile en la Mira”; Editorial Planeta chilena S.A.; Octubre 1999; “El Mito del Chile con Botas”; Página 49.
Algo de ello, también podemos apreciar en el siguiente comentario, extraído de un libro publicado por la Universidad de Cambrige, comentario que hace extensivo a otro autor: “Nicolás Palacios, autor de Raza Chilena (1904) o Francisco Antonio Encina, apelaron a ideas racistas; aunque diagnosticaron hábilmente lo que antes veíamos como flaquezas de la clase alta; su complacencia con un consumismo evidente, su claro desinterés por ocupar sus energías en el trabajo industrial o comercial, su desprecio por las clases trabajadoras(…)”
De: Coolier, Simón y Sater, willian; En: “Historia de Chile”; Cambrige University Press; Página 168.
Pero frente a estas críticas, y desde un punto de vista más ecuánime, debemos revisar lo que anota respecto al tema, el estudioso Roberto Escobar, en su libro “Teoría del chileno”, de 1981: “(…) describir un universo requiere: abarcarlo en su unidad, comprenderlo como contenido entre dos polos opuestos o bien explicar cada uno de sus elementos y las leyes de coherencia interna. Dar una descripción del temperamento nacional, que en su universo, representa estas mismas alternativas. Por esta razón nadie lo ha logrado íntegramente.
Si uno tratara de aceptar todos esos testimonios como válidos y pretendiera concentrarlos en un estudio sistemático, quedaría perplejo ante las contradicciones y lagunas que ello tendría”. Como aporte a lo anterior, Eduardo Moore, expresaba frente al mismo problema en 1955: “(…) El escritor debe reunir las disciplinas y dotes espirituales del sociólogo, el economista, el historiador, el político y hasta el moralista (…) En Chile se cuentan con los dedos de la mano los libros de esta índole. Entre ellos, el del doctor Nicolás Palacios, que auque incompleto, nos revela una noble exaltación patriótica y no debemos olvidarlo (…)”
De: Encina, Francisco; “Nuestra Inferioridad Económica”; Editorial Universitaria S.A.; Santiago de Chile, 1955; Prólogo; Página 19.
Similar es la percepción, que nos brinda Hernán Godoy “(…) no interesa tanto examinar la validez de esta tesis, ni la de sus fundamentos antropológicos y lingüísticos (…), sino más bien su función sociológica de mito sobre los orígenes, capaz de levantar la autoestima nacional en un momento de profunda enajenación extranjerizante y de abatimiento de la base popular (…) se debe a Palacios, la formación de una serie de tesis nuevas para interpretar a Chile, que vana reaparecer constantemente en el ensayo social ulterior (…) frente a la crisis moral y a la pérdida de consenso y de la solidaridad, el doctor Palacios exalta el espíritu de nacionalidad, reivindicando para ello, el sentimiento de unidad racial y los valores de la trayectoria histórica de Chile (…)”.
De: Godoy, Hernán; En: “El Carácter Chileno”; Editorial Universitaria; Santiago De Chile, 1981; página 289.
Trascendencia de Raza chilena:
Finalmente, y pese a las críticas que hoy podemos emitir respecto a esta obra, considerando todos sus aspectos polémicos, más sus afirmaciones equivocadas, mirados hoy con los conocimientos que nos ha proporcionado el estudios del genoma humano, con su respectivo mapa genético, sobre todo en el aspecto de lo que hoy se entiende por “raza” o especie humana, cabe reconocer el aporte, seguramente impensado para el autor, que incidirá políticamente, a partir de los años treinta hasta los setenta, referidos a razones sociales aglutinadas, hoy en lo que se comprende como los nacionalismos libertarios y en los frentes de liberación nacional, propios de los países iberoamericanos, expresados dentro de sus propuesta social, como el “prototipo” o estereotipo del ciudadano ideal, el cual se proyecta, junto con sus vacíos interpretativos, propios de algunos esquemas ideológicos fragmentarios, hasta nuestros días.
“(…) lo que los nacionalistas rescataron, fueron aquellas virtudes de un pasado heroico y aguerrido que había muerto con sus héroes, con Lautaro y Galvarino. El mestizo aparecía como heredero de esas nobles tradiciones indígenas a las cuales debía agregarse el espíritu industrial, del cual el indio carecía. Según Nicolás Palacios y Francisco Antonio Encina, destacados portavoces de esta sensibilidad, una buena educación técnica supliría la deficiencia, haciendo del chileno un pueblo apto para los requerimientos de una sociedad moderna.
Esta confianza en el pueblo mestizo como el futuro “protagonista de la historia”, también fue compartida por el socialismo (…) En torno a esta idea se desarrolló un movimiento cultural que ensalzó la figura del mestizo como prototipo del “hombre nuevo” (…) los socialistas decían estar comprometidos con las étnias originarias. Su discurso reivindicaba el rescate de lo indígena, para liberar y, por ende, salvar lo indígena (…) pero esa salvación sólo funcionaba en términos económicos o políticos, no culturales (…) seleccionó los aspectos de la cultura indígena que el eran funcionales, descartando lo que no se ajustaba a su proyecto (…)”.
De: Salazar, Gabriel y Pinto, Julio; En: “Historia de Chile: actores, identidad y movimiento”; Ediciones LOM, 1999; Volumen II; Página 141.
Juan Bragassi Hurtado
Última modificación: 03 Enero 2006